8 de julio de 2012

Seis meses de adaptación al barefoot running

Han pasado seis meses desde que empecé con el barefoot running y todo ese tiempo me ha dado una perspectiva del tema bastante más amplia de la que tenía nada más comenzar. En aquellos momentos contaba con los consejos de otros, con sus experiencias, y ahora ya tengo las mías, mis propias sensaciones, mis aprendizajes y también mis dolores. A continuación os dejo lo que he hecho hasta ahora y, por si alguno tiene pensado iniciarse en esto, lo que haría si tuviera que volver a empezar.
Como ya os conté, todo esto se lleva cociendo en mi cabeza desde hace un año cuando leí este artículo de www.sportsscientists.com. A partir de ahí, un enlace me llevo a otro y a otro y a otro y todos hablaban en términos empíricos sobre las bondades en cuanto a lesiones de esta forma de correr. También advertían de los riesgos de la transición y la posible no adaptación tras muchos años de running con amortiguación, es decir, está genial para los niños que empiezan, puede ser la solución para aquellos que ya tienen problemas serios, arriesgado para aquellos que les va bien como están y simplemente otra forma de correr para el resto. Yo no estaba en ningún grupo concreto, ya que no tenía lesiones que me impidiesen salir, mal no me iba y tampoco necesitaba otra forma de correr. Sin embargo, llevaba unos meses con algunas molestias por periostitis tibial y temía que se hiciese crónica, así que, me incliné por probarlo.
Seriamente empecé en enero, aunque desde el verano del año pasado traté de ir adaptando la pisada (sin cambiar de zapatillas). Así estuve hasta diciembre, pero lo único que conseguí fue el ir cargando los gemelos poco a poco. En enero me regalaron las Vibram Five Fingers Speed (VFF) y comencé saliendo tres minutos con ellas uno de los cuatro entrenamientos semanales. Mientras tanto, en casa opté por no usar ningún tipo de calzado. Al mes y medio, cuando apenas había salido cinco veces con las VFF y nunca más de diez minutos, el gemelo izquierdo dijo basta, tuve una pequeña rotura de fibras. Estuve parado cinco semanas y a partir de ahí poco a poco he conseguido, tras tres meses, correr una hora seguida con las VFF. Subía o bajaba el tiempo en función de las sensaciones. ¿Estoy corriendo ya sin dolor?, la respuesta es no, el dolor parece que está siempre ahí, que ni se crea ni se destruye, solo se transforma y pasa de unos lugares a otros: de los gemelos va a las rodillas, a las plantas, a los aquiles, eso sí la periostitis tibial ha desaparecido. En términos generales podría decir que las molestias van a menos pero todavía están presentes.
A continuación os dejo una tabla con todas las salidas hechas en modo barefoot running:
 Entrenamientos con las Vibram Five Fingers

Entrenamientos hechos total o parcialmente descalzos

Como podéis ver no ha habido ningún entrenamiento descalzo hasta hace bien poco y creo que es esencial hacerlos para culminar con éxito el proceso, el problema es que no es fácil encontrar un lugar donde hacerlo. Hay que buscar un sitio que tengamos controlado perfectamente y este libre de cualquier objeto que pueda dañarnos. Las superficies que más me gustan por orden de preferencia son la hierba, la arena de playa dura (la cercana al agua), el tartán, la tierra (si está libre de piedras) y el asfalto. Ahora ya no hace frío y el pie se ha curtido lo suficiente como para no dejarme la piel en el intento, así que todas las semanas procuro hacer alguna salida descalzo. Las sensaciones son indescriptibles, ligereza absoluta, sin embargo, esa ligereza no se traduce siempre en más velocidad, ya que la ausencia de amortiguación externa implica que algo interno tiene que hacerla y, por supuesto, consume energía. Además, pasos más cortos y la pisada de adelante hacia atrás merman un poco el ritmo.
La verdad es que después de seis meses sigo sin tener claro como va a terminar todo esto. Cierto es que cada vez me encuentro mejor pero el riesgo de lesión creo que no ha desaparecido, si alguno de vosotros va a iniciarse en esto, os cuento a continuación como lo haría si volviera a comenzar.
En primer lugar empezaría en verano, no hagáis lo que yo (lo inicié en pleno invierno). Conviene estar descalzo en casa y salvo que tengáis calefacción en el suelo, os daréis cuenta de que está helado. Pasarán algunas semanas hasta que dejéis de notar el frío. Tened cuidado, hay esquinas, patas de mesas y objetos que se caen cuyo único objetivo son vuestros pies.
Las altas temperaturas del verano hace que entrenar sea un suplicio, por lo que es un buen momento para hacer un descanso. Tras el receso no se puede volver con fuerza y hay que ir poco a poco, exactamente como hay que empezar con el barefoot running.
Desde el principio es fundamental ir introduciendo algunos minutos descalzo de la misma manera que se va haciendo con zapatillas sin amortiguación. Por cierto, si el suelo de casa está frío en invierno, imaginaos lo que hay a la intemperie. Además, para cuando llegue diciembre las plantas de los pies ya estarán preparadas para las bajas temperaturas.
También os recomendaría no tratar de mantener el nivel atlético, hay que empezar desde cero y yo no lo hice. No hacerlo me llevó a una rotura de fibras en el gemelo, mezclar en una misma semana entrenamientos al trote con las Vibram, junto con series a tope de ritmo con zapatillas amortiguadas no es buena idea. El proceso de transición implica cambios fisiológicos que suponen fortalecer unos músculos, mientras otros se debilitan porque ya no se usan como antes, y someterlos a ritmos para los que ya no están preparados sólo tiene un destino.
Durante la transición no salgáis dos días seguidos, dejad descansar cuarenta y ocho horas a las piernas y así se recuperaran de los posibles daños que se le imprimen por la nueva forma de correr.
Para el final os dejo un consejo que se da en todas partes pero que es muy difícil seguir, no tengáis prisa, con ella no os irá bien. Concederos un año y planificar pequeños incrementos, quedarse hoy con la sensación de haber podido seguir un rato más es la absoluta garantía de poder seguir mañana.